Normando Álvarez García atiende el llamado de El Canciller desde la sede de la embajada de Argentina en Bolivia. De fondo, el ruido de la calle es indisimulable. "Hay mucha bronca. Todo se puede convertir en violencia", describe sobre cómo se viven las últimas horas en suelo boliviano.

"Evo debió renunciar porque no tenía poder real", sostiene, y explica que su prioridad ahora "es cuidar a las personas que tengo a cargo". "Hay que pensar en la logística y en la seguridad. Si bien no hay ninguna restricción, el asilo se debe tratar cuando puede haber un peligro mayor". La Embajada argentina brindó asilo a dos ex funcionarios de Evo Morales, Carlos Romero (Gobierno) y Mariana Prado (Planificación).

-¿Cómo es la convivencia de los dos exiliados en la Embajada?

Tenemos la expresa condición de no dar información para salvaguardar la seguridad de las personas en la Embajada. Tenemos que tener cuidado. Por la tarde (martes) llegaría Gendarmería, siempre y cuando el Hércules tenga autorización para aterrizar. Hay que entender el contexto, estamos hablando de una "anarquía" donde es difícil conseguir autorización para que aterricen los vuelos, donde la policía se acuarteló para que no quemen las comisarías. Como embajador tengo la responsabilidad de cuidar a todos los que están acá, no sólo los que trabajan, también las familias.

-¿Hay peligro en la sede?

Ya pasaron varias veces por la Embajada insultando y gritándonos "traidores". Al cónsul de Cochabamba lo amenazaron. Es una locura. Por eso cuando en Argentina se dice algo, no se toma dimensión de la magnitud que hay acá. Todo lo que se dice se vuelve violencia. Hay que tener mucho cuidado, en La Paz hay mucha gente anti-Evo.

-La "intervención" de las Fuerzas Armadas para coordinar "tareas con la Policía local"  ¿calmó la situación social o la tensión sigue en aumento?

Previo a la renuncia de Evo, toda Bolivia estuvo convulsionada. En todas las regiones se estuvo denunciando el fraude. A partir de la renuncia, el foco del conflicto se concentró en la La Paz, donde están la casa de Gobierno y la Asamblea Legislativa. Vino mucha gente del interior, seguidores de Evo, acá en La Paz y en El Alto, que tiene un millón trescientos mil habitantes. Se esperaban confrontaciones en la ciudad, en el centro y en el sur, y hubo quema de casas. Entonces, sí, se calmó la situación, porque la Policía estaba sobrepasada. Ese fue el motivo fundamental porque se empezaron a acuartelar. No fue por un boicot, sino que ya no tenían lugar para controlar las peleas entre los sectores pro y anti gobierno.

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En 2016, a pocos días de que Álvarez García fuera nombrado embajador en La Paz, Evo Morales lanzaba en Bolivia un plebiscito para saber si se podía presentar en las próximas elecciones, en lo que sería su tercer mandato como presidente.

"Llegué cuando ya estaba la campaña del referéndum. Todo el mundo creyó que Evo ganaba. La campaña fue compleja, porque no tenía un contrincante político, sino que era por sí o por no. Si bien en todas las campañas hay noticias falsas (NdR: los medios locales dieron como cierta la noticia de que Morales tenía un hijo no reconocido que había fallecido), la cuestión es que perdió. Y uno no puede quejarse por el resultado electoral", expone Álvarez García.

La presentación del plebiscito para modificar la normativa electoral es una de las causas que el embajador utiliza para explicar el conflicto social. Pero no la única. "Evo puso toda su fuerza en la campaña por el mar, en lo que dictaminaría el fallo de La Haya. Tanto él como otros dirigentes estaban seguros que ganaban el litigio. Nadie podía estar en contra de esa medida, el vocero fue el propio (Carlos) Mesa. El fallo en contra fue muy duro".

-¿Cómo fueron los días previos a la última elección?

Tras el rechazo del plebiscito empezaron con la intención de presentar el recurso ante la Justicia. Allí es cuando indicaron que la candidatura era "un derecho humano", al citar el Pacto de San José de Costa Rica. El Tribunal Supremo Electoral aceptó el pedido de Morales y la candidatura quedó constituida, luego de una especie de PASO que también tiene Bolivia. En ese entonces, Evo ganó por mucha diferencia, pero mucha gente no fue a votar y el malestar con el Presidente iba creciendo. La suspensión del escrutinio, el día del recuento de votos, fue la gota que rebalsó el vaso. Se fueron del centro de cómputos con una diferencia de 5 puntos y al retomar la diferencia era de 10 puntos porcentuales, que le permitía una victoria en primera vuelta.

-¿Cómo entiende la destitución de Evo Morales? ¿Fue una renuncia o un golpe de Estado?

Es un tema muy complicado. En las grandes ciudades, la gente está en contra de Evo Morales, salvo en el Alto, que está formado mayoritariamente por la inmigración urbana que viene del campo. En las ciudades, en Tarija, por ejemplo, la población se puso muy contenta con la renuncia. En el campo se ve de otra manera, la gente está enojada, por eso siguen peleando, creen que hubo un golpe de Estado. Hubo una interrupción institucional y Evo tuvo que renunciar porque no tenía poder real. Perdió el control de la calle y la oposición ganó ese control. La suspensión del escrutinio fue un error. Era muy difícil explicar esa decisión. Lamento que se haya terminado así. Hizo un buen gobierno, con muchos méritos, muchos temas económicos los resolvió bien. Pero tampoco es saludable 20 años de gobierno.