En paralelo al ruido electoral, el acomodamiento de piezas luego del anuncio de la fórmula Fernández-Fernández, las roscas de Alternativa Federal y el wait and see pasivo del oficialismo cruzado por sus propias internas de coalición, la economía sigue confirmando el nivel de deterioro que ha dejado la crisis desatada el año pasado.

Esta tarde se publicó el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que indica la sensibilidad de la actividad en corto plazo y puede leerse como un adelanto del PBI (cuestiones metodológicas al margen).

Por onceavo mes consecutivo, se confirmó una contracción de la actividad económica, en este caso del 6,8% en marzo respecto del mismo mes del año pasado. A su vez, la variación mensual desestacionalizada contra febrero retrocedió 1,3%, interrumpiendo tres meses de pequeños incrementos que hacían pensar en que la crisis “encontraba su piso”.

Será por esta interrupción que en su informe de prensa, el INDEC decidió incluir además la medición con estacionalidad que arrojó una suba del 9,4%, pero que como dato estadístico no tiene ninguna relevancia. Sigue lloviendo adentro de nuestra economía.

Comercio e industria, dos de las actividades de mayor incidencia en el EMAE son las que lideran la caída con bajas del 14,6% y 13,2%, respectivamente, respecto a marzo 2018. Por su parte, la intermediación financiera también se contrajo, en 13,9%.

Solo crecieron el agro (cuya base de comparación es baja por la fuerte sequía del año pasado), enseñanza y servicios de salud; todas actividades de baja incidencia en el cálculo de actividad económica.

En suma, el primer trimestre del 2019 no fue el piso de la crisis que se anunció y esperó. La no morigeración de la inflación y la zozobra cambiaria contribuyeron a ello, pero, fundamentalmente, las razones están ancladas en el poco dinamismo de una demanda que no arranca y condiciona a las actividades productivas y comerciales.

No obstante estos datos, que eran previsibles y se esperaban a la baja, en el minuto a minuto de la economía parece primar la calma en el frente cambiario, en una semana especial, donde reinaban las dudas sobre cómo los mercados tomarían la confirmación de la presencia de Cristina Fernández de Kirchner en una boleta en octubre.

Con tres jornadas concluidas, no hubo mayores sobresaltos en el tipo de cambio, la tendencia del riesgo país se mostró a la baja y los títulos argentinos no han presentado mayores inconvenientes.

Esto puede leerse como cierta confianza de los mercados en el cambio de tono que la estrategia electoral busca con la figura de Alberto Fernández delante o con la percepción de que la estrategia no debilita al oficialismo.

Sin mayores sobresaltos en el tipo de cambio tras tres jornadas concluídas, esto puede leerse como cierta confianza a la fórmula Fernández-Fernández.

Sea una u otra alternativa, no está nada dicho a este respecto y el frente cambiario seguirá siendo protagonista en los próximos meses, marcado por la evolución de las encuestas presidenciales, el contexto internacional y el poder de fuego del BCRA a través de reservas de uso autorizado por el FMI.

Si bien este aire cambiario da tranquilidad a la conducción económica, la situación de deterioro en la economía real exige creatividad hoy. El “piloto automatico” que pareciera mostrar la política económica, llevando cuenta de indicaciones del FMI en la macro, choca con las urgencias de sectores productivos, sus PyMEs y trabajadores.

Cuando lo electoral pareciera eclipsar y congelar todo lo demás, siguen vigentes los mismos problemas de rentabilidad y consumo que horadan una salida sostenible y vigorosa de este ciclo contractivo que aún se hace sentir. Por mirar la ventana, no dejemos de percatarnos que nos está lloviendo adentro del living.