La disputa económica

El gobierno norteamericano, bajo la administración de Donald Trump, comenzó su mandato con la aplicación de aranceles por 50 mil millones de dólares sobre las importaciones chinas, un impuesto del 25% sobre unos 800 productos chinos, principalmente industriales. El Ejecutivo chino respondió con una medida equivalente sobre los productos agrícolas estadounidenses. La ofensiva del multimillonario republicano se resguardó en el déficit comercial que mantiene el país en el intercambio bilateral de alrededor de 375 mil millones de dólares.

Durante las idas y venidas de la guerra comercial, Trump ha llegado a amenazar con aplicar aranceles por un valor de 200 mil millones de dólares.

Sin embargo, los choques no llegan a la ruptura porque el entrelazamiento entre ambos es igualmente de poderoso al ser principales socios comerciales. Actualmente, atravesados por la coyuntura de la pandemia del Covid-19, ambos países mantienen un frágil equilibrio tras los últimos acuerdos alcanzados a fines del año pasado. De todas maneras, las amenazas de incumplimientos ataques mutuos augura que más temprano que tarde deberán volver a sentarse a la mesa a negociar.

Los cruces por la hegemonía global

El lugar histórico de Estados Unidos como la principal potencia internacional luego de la Segunda Guerra Mundial y capaz de influir en cualquier parte del planeta, más todavía después de la caída del Muro, se ve constantemente cuestionada por el ascenso chino.

La Nueva Ruta de la Seda es un plan estratégico de inversiones en infraestructura y desarrollo -en centrales, ferrocarrilles, puertos y rutas, entre otros- en más de cinco continentes. El gobierno chino viene promoviendo desde hace más de siete años la propuesta que, sin duda, genera controversias en un sector de la comunidad internacional.

El avance chino sobre distintas zonas del mundo a partir de un agresivo esquema de inyección de fondos hace peligrar el peso norteamericano como socio comercial de distintas naciones. En nuestra región, Pekín ya es el primer socio comercial de Brasil y Argentina, las dos principales economías latinoamericanas.

En nuestro país también se encuentra, en la provincia de Neuquén, una base espacial china que fue denunciada por Washington como una base militar encubierta.

¿Una carrera militar?

A pesar de no mediar una amenaza bélica inminente, el aspecto militar es una preocupación creciente para EEUU, China y el mundo en general, claro. Pekín ha incrementado su gasto militar hasta el 14% de su PBI y anunció intenciones de elevarlo un 6,6% más. Son unos 260 mil millones de dólares, todavía lejos de los más 700 mil millones que EEUU dispone para sus Fuerzas Armadas.

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En términos de personal activo, hablamos de dimensiones de magnitud con más de 2 millones de militares en China y casi 1.400.000 en EEUU (en Argentina son apenas 50 mil y en Brasil más de 66 mil, respectivamente). Ambos países junto con Rusia se encuentran en discusiones informales que permitan alcanzar un acuerdo de control mutuo sobre el desarrollo armamentístico de cada uno.

Es tiempo de robots

La prohibición a las empresas norteamericanas, por orden ejecutiva del presidente Trump, de comprar equipos de comunicación a empresas como Huawei se inscribe en una disputa más extensa por la carrera por el control de la inteligencia artificial con enormes implicancias geopolíticas. El mandatario estadounidense acusa a la compañía de telefonía de espionaje.

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Efectivamente, el régimen comunista invirtió en 2018 el 23% a nivel global en materia de IA y contaba con 146 empresas con desarrollos en este sector. El enorme despliegue de vigilancia bajo este mecanismo con funciones como el reconocimiento facial quedaron expuestas masivamente con las protestas y movilizaciones en Hong Kong contra una ley que habilitaba la deportación de ese país a la China continental.

Guerra de las galaxias, también

El presidente Donald Trump anunció la creación de un comando especial del Pentágono -Space Force- que tiene como principal objetivo el desarrollo de una fuerza militar en ese terreno. Esta decisión, que puede resultar llamativa y hasta descabellada -le ameritó su propia serie de comedia en Netflix- responde a la gran expansión en materia de satélites por parte de China, que ya superó incluso a Rusia.

Según sus funcionarios, Pekín ya lanzó más 200 y planea incorporar 100 más en los próximos cinco años.