En este mismo momento, una mujer está entrando a la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte. Otra, no muy lejos de ahí, mira cómo su jefe privilegia en puesto y tareas a otro colega sin más motivo que el tremendo gol que metió el otro día en el partido. Mientras tanto, una piba avisa en su grupo de WhtsApp que llegó bien anoche y pide disculpas por no contestar antes.

La desigualdad nos atraviesa. En lo que va del año, 47 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas o por alguien que consideró que podía disponer de su cuerpo como si fuera una cosa. Según datos del Ministerio de Trabajo y del INDEC, las mujeres ganamos entre un 29% y un 33% menos que los hombres aunque realicemos la misma tarea.

El techo de cristal, del que muchos se burlan, es una realidad en nuestro país: sólo el 4% de las presidencias de los partidos políticos están ocupadas por mujeres; hay un 14% de ministras; sólo hay una mujer en la Corte Suprema de Justicia de la Nación mientras que en la Unión Industria Argentina ni siquiera figuramos.

Somos también las que debemos someternos a condiciones inseguras y peligrosas cuando queremos terminar con un embarazo. Y aunque la ley y un fallo de la Corte nos protejan y sostengan que si fuimos violadas tenemos el derecho de abortar, en muchos hospitales nos lo hacen imposible o judicializan el caso.

Según los datos de la Oficina de Violencia Doméstica, el 89% de las denuncias que recibió en los últimos nueve años fueron realizadas por mujeres. El 79% de esos casos ameritó que se abrieran denuncias penales por lesiones, abusos, amenazas.

El pánico

Lo leyó en una página de noticias, lo imprimió y lo subrayó. Elke Yvars Beck tenía miedo de lo que su ex marido pudiera hacer ahora que el divorcio estaba firmado. Tenía una orden de restricción que no sólo la protegía a ella sino también a su hijo de 9 años pero estaba intranquila.

Guardó el recorte en el diario donde escribía hace años los momentos de control y violencia que había sufrido. Las veces que él había aparecido de la nada en la puerta de su trabajo. El hecho de que supiera hasta cuantos pares de medias tenía en su cajón. Volvió a revisar otra de sus impresiones: ahí, con resaltador, estaba el test que completó para saber si estaba en pareja con una persona manipuladora.

Tras 15 años de pareja, Elke sintió en noviembre de 2015 que podía volver a respirar. Había contado en la Oficina de Violencia Doméstica todo lo que había pasado y allí le dijeron que era situación de riesgo “altísimo”. Pero ya estaba solucionada: él había sido excluido del hogar, el divorcio ya había salido, tenía una prohibición de acercamiento que los protegía.

El 15 de diciembre de 2015, Elke se despertó temprano como cualquier otro día. Ayudó a su hijo a vestirse, preparó el desayuno. A las 7:30, salieron del departamento hacia la escuela. Una voz la sorprendió en el pasillo del sexto piso del edificio de Amenábar 1870. Era Claudio López Rossi, su ex. Con un cuchillo en la mano, comenzó a apuñarla.

El hijo de ambos bajó los seis pisos para pedir ayuda. “Mi papá está matando a mi mamá”, le dijo a uno de los encargados en planta baja. Para cuando llegaron, Elke ya estaba muerta. Había recibido casi 50 puñaladas. López Rossi, abogado, había logrado entrar al edificio utilizando un viejo control de la cochera.

Cuando el padre de Elke encontró sus cuadernos, hubo una nota que le llamó la atención. Doblado y marcado, estaba el recorte que Elke había impreso de una página de noticias. “Femicidios: “es altísimo el riesgo en el momento de retirar pertenencias”, se titulaba. Estaba ilustrado con la foto de Fernando Farré, el hombre que asesinó a su ex pareja Claudia Schaefer de 74 puñaladas.

Elke quiso salir del círculo de la violencia y López Rossi la asesinó. Ángeles Rawson luchó contra Jorge Mangeri cuando él quiso disponer de su cuerpo como si fuera una cosa. Nicole Sessarego Borquez gritó e intentó escapar de Lucas Azcona. Como ellas, y sólo en 2016, 254 mujeres fueron asesinadas.

Por ellas, por las que luchan todos los días contra las violencias, contra los prejuicios y contra el sistema, hoy marchamos todas juntas.